viernes, 13 de junio de 2014

Camille Claudel: La Musa en llamas - GALERÍA: Llamaradas






Camille Claudel: artista, musa y... maldita
Homenaje a un sueño truncado

.....Pertenece Camille Claudel a ese grupo de seres humanos a los que la desmesura de su genio actuando sobre un carácter demasiado sensible y fogoso a la vez, y sometidos a circunstancias adversas (la incomprensión, las desgracias personales, la mala suerte), acaba por truncar una prometedora carrera y una vida ya de por sí difícil: la del artista. Si añadimos a esta dificultad esencial, el hecho de ser mujer en un ámbito --el de la escultura-- casi exclusivamente reservado al varón, serán demasiados los números jugados en la rifa de la infelicidad. La voluntad lo es casi todo, cuando se trata de luchar contra las adversidades; pero sobre la voluntad se encuentra, además, un pálpito que el artista convencido que lo es, es decir, vocacional, siente con imperiosidad, y que es el que al final, cuando aquélla duda o cede, es el que acaba orientando al artista en la dirección correcta: la de la expresión de su genio.
.....Camille estaba predestinada a ser escultora. Es uno de esos casos claros en que una vocación se impone a medida que se adquiere la facultad intelectiva. Ya desde muy pequeña le gustaba modelar con arcilla (algo, por otra parte, común a todo ser humano, en la más tierna infancia, pero que a medida que se crece y que los intereses modulan el carácter, va mitigándose hasta desaparecer en la adolescencia). Antes de los diez años ya andaba enfrascada realizando bustos de sus hermanos, de los perros y los gatos. A los doce años, en 1876, aprovechando que su familia vivía en Nogent-sur-Seine, residencia de Paul Dubois, a la sazón Director de la Escuela de Bellas Artes de Paris, comenzó bajo la tutela de éste --admirado por el precoz talento de la aún niña-- a dar sus primeros pasos en el difícil arte de la escultura.

  .....Estudió y se formó tanto con Dubois como con su alumno Alfred Boucher. Y siguiendo a éste se trasladó, junto a su familia, a París en 1882. Allí formaría un taller con otras aprendices a escultoras, todas chicas, entre la que se encontraba la inglesa Jessie Lipscomb, con la que trabaría profundos lazos de amistad. Tras la partida de Boucher, en el transcurso del año siguiente, a Roma, a la Villa Médici, lugar de destino de los artistas premiados en Francia por su talento, será Auguste Rodin quien se encargue de atender la formación de las postulantes a escultoras. Pronto, el ya maestro consagrado (es veinticuatro años mayor que Camille, que entonces, en 1883, tiene diecinueve años), se da cuenta del extraordinario talento y la fogosa voluntad de la joven. También se da cuenta de su belleza y encanto natural. No tarda en instalarse entre ellos la complicidad de artistas colegas, a la que seguirá la de una relación más íntima. Una relación que no dejará de ser tumultuosa. Son dos caracteres fuertes, dominantes, orgullosos, geniales.
.....En gran modo, representan el papel de fauno y ninfa, de Pan y Talía. A la fogosidad, dinamismo y seducción de que hace gala Camille, se une su indudable talento, esa facilidad para captar lo que nadie ve: las actitudes y figuras más sugestivas, las composiciones más audaces, las más originales expresiones. Todo ello supone un enorme revulsivo para el maestro, pero también una increíble oportunidad para el hombre. Sólo que, existiendo talento desbordante de por medio y un orgullo tan seguro de sí mismo, por ambas partes, la relación propiamente dicha, la que se establece entre el hombre Auguste y la mujer Camille, sufrirá todo tipo de acosos y embestidas, debidas al amor propio de cada uno. 
.....Rodin llega a firmar un curioso contrato en el que jura a Camille amor eterno, unión indisoluble y trabajo en común para el resto de sus vidas. Lo hace a instancias de Camille, claro, redactándolo a su dictado. Contrato que será papel mojado, pues Rodin no está dispuesto a dejar a su compañera Rose Beuret, con la que lleva veinte años. Serán, no obstante, los años más creativos del maestro; en un sentido, también los más felices de Camille. Ella se reivindica, crece como artista, subyuga al genio (al menos, eso cree ella), lo influye, él la consulta sus ideas, las somete a su apreciación. Realizan obras conjuntamente (es sencillo comparar las realizaciones de ambos durante los diez años de estrecha colaboración y relación pasional, y las semejanzas concluyentes que allí se encuentran; por ejemplo entre El Idolo Eterno y Sakuntala  (también denominada L'Abandon y Vertumne et Pomone); o entre Galatée y La Jeune fille à la Gerbe . Ella, así mismo, posa para él, él se embebe de ella; se gozan, se estimulan, se excitan mutuamente hasta alcanzar el clímax que los conduce a alumbrar la próxima obra maestra.

.....También discuten, disputan, se pelean. Ella no está dispuesta a servir de segundo plato, ni artística, ni personalmente; él no está dispuesto a perder su hegemonía, su dominio, ni su autoridad, tampoco su seguridad. Y si algo le ofrece Camille, ello es el albur, la zozobra constante, el hallazgo de lo inaudito capturado en medio de la embriaguez dionisíaca. Siente el maestro cómo pierde el control, y eso no le gusta. Pese a ser un espíritu libre, simpatizante de la vida abierta y natural, así como de La Comuna y de las ideas rousseaunianas, libre pensador, admirador de Claude Debussy, de Monet y de las vanguardias, necesita puntos de anclaje, tocar la tierra (en el sentido budista de la expresión), y con Camille todo eso peligra. Camille representa el tobogán constante, la creatividad segundo a segundo, el azar, lo orgiástico, el universo órfico. Algo que lo halaga, que lo atrae, pero que también lo limita, lo acota y lo coarta. Rodin es metódico y un trabajador sistemático. Necesita a la ninfa y a la musa que Camille supone, pero no para depender de ella, no para sentirse sometido a su voluntad. Él no puede depender de nadie. Si se halla tan a gusto con Rose es porque ésta no le exige nada, no le condicionada en nada, le consiente y le admite todo: le ama incondicionalmente. Camille, en cambio, impone condiciones, le habla y le mira de tú a tú (al menos en apariencia, la apariencia que es resultado del hombre entregado a la mujer, abandonado en su seno, vaciado en ella). Aunque no lo haga de manera expresa, Camille exige a Rodin un determinado desempeño con su propio talento, un desempeño coherente con el estímulo que ella supone, el de una artista dotada de genio. Camille es la musa  soñada, pues no sólo inspira, sino que orienta; es la musa en el sentido más clásico y creativo: estimula y alecciona, provoca y sugiere, excita la propia creatividad a base de su creatividad jubilosa, que es confluencia de sensualidad e inteligencia. Camille es la musa ideal, y, por ello mismo, conlleva el riesgo, porta el peligro de la enajenación, de la pérdida de identidad: Rodin no está dispuesto; Camille tampoco.


.....Él es el genio, el maestro, la autoridad (nada importa el interín de la intimidad, donde, quizás se traten de igual a igual); ella vive y trabaja a su sombra. Para todos, para el mundo del arte, es su protegida, su mâitresse, su alumna, su aprendiz. Eso, el genio de Camille no lo soporta. También se le hace difícil a Rodin. Él mismo asevera que: "Si yo le indico -a Camille- dónde encontrar oro, lo cierto es que el oro que ella encuentra le pertenece a ella enteramente, es su propio oro". Es decir: el fauno -Pan-, el maestro -Apolo-, reconoce el talento de Camille, y a pesar de que la quiere, la desea y la utiliza, no consiente que se anule por él. El final está cantado. Tras diez años de relación difícil y mutuamente enriquecedora (más para Rodin que para Camille), la artista, la musa, renuncia a su sueño en pareja y abandona al maestro, al mentor, al amante. El sueño se trunca.
.....Se establece por su cuenta en el taller que ya posee desde los tiempos de formación y que compartiera con su buen amiga Jessie (Lipscomb). Pero ahora está sola. Durante los próximos diez años iniciará la que es su etapa más fructífera artísticamente hablando. Pero el mundo del arte oficial le da la espalda. Ningún encargo del estado francés, y cuando lo recibe, éste se muestra timorato en el abono de las cantidades estipuladas. Camille trabaja frenéticamente, y frenéticamente se va calcinando en su propia llama. Se aísla cada vez más, sus únicos acompañantes son un tropel de gatos que campan a sus anchas por el taller destartalado, lleno de esculturas destrozadas a martillazos por la escultora en las etapas de crisis, que son cada vez más frecuentes. Bebe, apenas come, trabaja, modela, esculpe, hasta la extenuación, para después, en un arrebato de furia destrozar lo realizado, vuelve a beber... Entra así en una vertiginosa espiral, en un maelstrom que la engulle más y más.

.....Tras su relación con Rodin tiene una temporal aventura con Claude Debussy, pero éste, que se halla casado, tampoco está dispuesto a dejar a su mujer por el torbellino Camille (aunque más adelante sí la dejará por otra). Desengañada, desencantada, devorada por su propio fuego, la escultora se va enajenando más y más. Es curioso, probablemente la oportuna intervención de la persona adecuada podría haberla salvado de la destrucción a la que se ve fatalmente abocada, pero suele ocurrir que en la mayoría de las ocasiones esta persona no aparece. En el horizonte de Camille, durante esta época, sólo existe la desolada reverberación del desierto, quizás un ocasional espejismo, pero nada más. Consiguió, no obstante, realizar algunas obras más (La Fortuna, en el tono de La Valse, preñada de su misma originalidad), un Persée et Gorgone, que no se cuenta entre sus mejores realizaciones, y una Nióbide herida (Niobide blessée), último encargo del estado francés, que le tarda en pagar. Camille, en lamentable estado (físico y emocional), inmersa en la más absoluta miseria, se convierte en artista maldita. Tiene sus admiradores, que reclaman mayor atención hacia su obra, pero la sociedad bienpensante, a la que se ha enfrentado por intentar cumplir su sueño, le está pasando factura. Su madre abjura de ella (recordemos que Athanaïse era hija de un pastor); su hermana Louise, incapaz de contradecir a su progenitora, tampoco la ayuda; su hermano Paul, ya reconocido poeta y escritor, es el único que la visita de tarde en tarde.

.....Escandalizado por el modo de vida de su hermana (nunca vio bien, como su madre, la deriva artística de Camille) y alarmado por la situación de total dejadez y abandono en la que vive, y por el aura de artiste maudite que se está generando entorno suyo, el católico y diplomático Paul Claudel (quizás viendo en riesgo su propia imagen por la influencia de esta maudite soeur), aprovecha la muerte del padre (que era el único apoyo que aún conservaba la escultora), para, de acuerdo con el resto de la familia (madre y hermana), internarla en un centro psiquiátrico (asile pour alienés). La raptan en pleno día, presentándose en la puerta de su casa, dos hombres vestidos de blanco que la introducen a la fuerza en un vehículo de transporte sanatorio. No volverá a ver las calles de París (ni de ningún otra ciudad). Corre el año 1913. Treinta años más tarde morirá, recluida, sola, abandonada por los suyos, de una apoplejía causada por la desnutrición a la que el Régime de Vichy sometió a todos los pacientes de instituciones sanitarias dedicadas a problemas mentales. Sólo fue ocasionalmente visitada por su hermano: una vez al año, en agosto. De nada sirvieron las súplicas vertidas en las cartas que escribió (al Director del hospital, a las autoridades, a sus familiares y amigos), pues nunca atravesarían los muros del sanatorio. Tampoco recibiría ninguna comunicación del exterior (siguiendo órdenes expresas de su madre). De las últimas visitas que recibió, se guarda documento gráfico de la realizada por su gran amiga Jessie Lipscomb, con su marido (que es quien sacaría las instantáneas: de Camille sola, sentada en una silla; y con Jessie, en un gesto cariñoso, expresado por una mano tendida en el regazo de una Camille que apenas esboza una sonrisa desencantada).

.....Su gran amor Rodin, su Némesis, antes de morir intentaría ayudarla: le abona los gastos del sanatorio, pero poco más puede hacer por la mujer (la mujer que amó, quizás, como a ninguna otra); sí pudo, por contra, hacer más por la artista: en el Hotel Biron, lugar destinado a ser el Museo Rodin, se dedicaría una de las salas a exposición permanente de quien fuera musa, amante y compañera: es la Sala Camille Claudel, reservada a conservar la memoria de la excelente escultora que fue, y, de paso, a ligar el nombre de la artiste maudite, al propio nombre de Rodin. Hoy, visitar el Museo Rodin, supone conocer no sólo la existencia de una escultora de gran talento llamada Camille Claudel, sino a la mujer que sería determinante en la obra del gran escultor. Quizás el reputado genio no se casara con ella, quizás no tuvo ese detalle que sí tendría con Rose (tras una relación de cincuenta años), pero tuvo otro aún más importante y trascendental: contribuiría a conservar la memoria de la artista, acogiéndola en su sancta sanctorum. No cumplió con menos. Espero que allá donde se halle Camille, pueda sentirse moderadamente satisfecha: si no motu proprio, sí por asociación (lo que, bien pensado, a lo peor, indigne aún más a la artista, pues ahora sí estará condenada aeternitatis a seguir bajo la égida de su mentor).

.....Existen dos tipos de artistas malditos: los que lo son por el tono de su obra, lo singular de su carácter o lo rebelde de su actitud, y los que, además de lo anterior, han de padecer las consecuencias de la marginación activa de sus contemporáneos. Camille Claudel pertenece a este segundo grupo. Ella mismo lo dijo en sus estériles cartas: "haberme esforzado por el arte como lo he hecho, haber sacrificado todo por recrear la belleza, para terminar así. No es justo". Claro que en ningún sitio está escrito que sea facultad de la vida la de comportarse con justicia. Lo que puede asegurarse es que con Camille Claudel la vida, sin ningún género de dudas, fue injusta y cruel.
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La Musa en llamas
A Camille Claudel

I
Mirada reveladora
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Mezcla de orgullo y de miedo
se adivina en la mirada:
orgullo por el talento,
temor a la propia alma.

Orgullo por ser mujer
sin complejos y sin traumas
en un mundo masculino,
de mujeres alienadas.
Miedo de sus sentimientos,
de su pasión, de sus ansias
por ser aquella que siente
palpitar en sus entrañas.

Orgullo por presentir
la belleza destinada
al espíritu más vivo,
al alma más elevada.
Temor a la indiferencia,
el fastidio o la desgana,
al desprecio, al desamor,
a la obra malograda.

Orgullo y temor, a un tiempo,
sus bellos ojos irradian,
y aun un algo de misterio
brillando de forma extraña.
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Camille Claudel hacia 1884
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II
Pasión creadora
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Insólita y asombrosa
arde la Musa en su llama,
con fuego tan desatado
que incendia su propia alma.
De su ser, en el incendio,
saltan pavesas que, aladas,
sobre pétreos corazones
se posan, y allí se apagan.

Esa hoguera en la que ardes
pira será funeraria,
que reducirá a cenizas
el genio que así te inflama.
Prometeico fatalismo,
Musa que a diosa aspirabas,
te espera, pues sufrirás
el tormento de tus ascuas.

Recluïda, densos muros
ocultan tu luminaria
al mundo que deslumbraste
con combustión tan titánica;
tras ellos ardes ahora,
te consumes y te acabas
como tea, inútilmente,
en tu rescoldo... olvidada.
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Camille Claudel
en L'Asile d'alienés de Montdevergues, 1929
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REPORTAJE FOTOGRÁFICO
Camille Claudel en imágenes
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Atrás a la izquierda con un gorro el padre, con una cruz, Paul. En el centro, Camille. Ante ella, su madre. 
En primer plano, Louise, ya comprometida con el joven de la derecha de la foto.
 Tras él, una compañera de estudios de Escultura de Camille, Jessie Lipscomb.
Al fondo, el suegro de los Claudel, Ernest de Massary. 1882
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Camille Claudel et son amie et collègue Ghita Theuriet,
dans l'atelier de Boucher. 1880
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Louise Claudel ( à gauche),Jessie Lipscomb ( au centre) et Camille Claudel ( à droite)
dans l' atelier de la rue Notre-Dame-Des-Champs. Paris,1887
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Camille Claudel (travaillant sur Sacountala) et Jessie Lipscomb, dans leur atelier, 1887

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Camille Claudel travaillant sur L'Abandon
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Camille Claudel con su amiga Jessie Lipscomb en el Sanatorio de Montdevergues. 1929

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GALERÍA


Camille Claudel
1864-1943
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LLAMARADAS

ESTATUARIA
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La Jeune fille à la Gerbe
avant de 1887
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Terrecuite patinée
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Terrecuite patinée
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Terrecuite patinée
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La Jeune fille à la Gerbe (bronze)
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Petite Châtelaine
1892-96
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1st version
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2nd version
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2nd version
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3rd version
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Version à la natte courbe
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Version bronze
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La Sirène (Joueuse de Flûte)
Musée Nogent Sur Seine


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Joueuse de Flûte

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L'Homme penché
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 Plâtre
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Bronze
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Bronze
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.Sacountala, ou l'Abandon, ou Vertumne et Pomone
1888.1895
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Bronze version
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Right Side . Bronze (Poitiers)
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 Back. Bronze (Poitiers)
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 Left Side. Bronze (Poitiers)
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Bronze version
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La Valse

1895
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La Valse. Front, 1905 (Poitiers)

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La Valse. Back, 1905 (Poitiers)
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La Valse. Side Right, 1905 (Poitiers)
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La Valse. Side Left, 1905 (Poitiers)
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.Marbre
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La Fortune, 1904
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La Fortune, 1904- (Front Side) Poitiers
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 La Fortune, 1904- (Back Side) Poitiers
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La Fortune, 1904 (Back) Poitiers
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Les Causeuses, dites aussi Les Bavardes, 2ème version

Plâtre. 1893-1905
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White Marble 
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Bronze.
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. Les Causeuses, dites aussi Les Bavardes
Marbre-onyx, Bronze. 1897
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La Vague (The Wave or The Bathers)

Marbre-Onyx et Bronze. 1897-1903
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L'Âge Mûr

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Musée Nogent-sur-Seine
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Musée Nogent-sur-Seine
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Musée Nogent-sur-Seine
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Musée Nogent-sur-Seine
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Musée d'Orsay
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Musée d'Orsay
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Musée Rodin
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L'Implorante

(dite aussi Le Dieu Envolé ou La Suppliante). vers 1910
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Gallerie l'Universe du Bronze, Paris
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Musée Nogent-sur-Seine
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MOMA
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Femme Accroupie

1885
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Terrecuite patinée
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Bronze.

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Clotho 

(La más joven de las Tres Parcas)
Yeso. 1893
Musée Rodin.


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Musée Rodin
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Torse de Clotho. Plâtre
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Torse Clotho. Bronze
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La Profonde pensée

1900
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Bronze (Poitiers)
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Musée Nogent-sur-Seine (marbre et bronze)


Marbre et bronze
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Marbre et Pierre
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Marbre
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Rêve au Coin du Feu (Ensoñación al amor de la lumbre)
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. Niobide blessée
1906
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Plâtre patiné
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Bronze (Poitiers)
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Front. Bronze (Poitiers)
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Side. Bronze (Poitiers)
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Bronze
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BUSTOS
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Portrait de Mme Claudel (madre de Camille)
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Louise Claudel (hermana de Camille).

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Buste de Paul Claudel à 17 ans (terrecuite patinée)
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Buste de Paul Claudel à 17 ans (bronze)
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Paul Claudel à 37 ans (hermano de Camille)
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Portrait de Auguste Rodin
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Giganti
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Giganti
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Vieille Hélène (bronze, 1905; et terrecuite patinée, 1885)
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